Ayer 28 de abril, la red eléctrica peninsular sufrió un fallo masivo que dejó sin suministro a buena parte del país. En cuestión de segundos, desaparecieron de la red más de 15 gigavatios, lo que provocó parálisis en múltiples sectores clave: transportes, sistemas de comunicación, industrias y servicios esenciales.
Este tipo de incidente, más allá de su impacto inmediato, pone de relieve la necesidad de adoptar un enfoque más sólido y preventivo en la gestión de riesgos empresariales.
En nuestra experiencia, la mayoría de los contratos de seguro de interrupción de negocio incorporan franquicias temporales de entre 24 y 48 horas. Esto significa que, en situaciones como la del apagón reciente —de duración inferior a un día—, las pérdidas sufridas no serán indemnizadas, a menos que exista una cláusula específica que contemple franquicias económicas por corte de suministro.
Asimismo, sectores con productos perecederos o que requieren condiciones de conservación estrictas (como el alimentario o farmacéutico) deben revisar si cuentan con coberturas de daños indirectos o pérdida de mercancías por variación térmica, dado que en muchos casos, la indemnización solo aplica si hay una pérdida comprobada y total.
Aunque aún no se conocen las causas definitivas del incidente, es evidente que situaciones de este tipo pueden producirse en cualquier momento y afectar gravemente a la operativa de las organizaciones.
Por ello, recomendamos a todas las empresas considerar las siguientes acciones prioritarias:
- Identificación y revisión de riesgos clave, no solo internos sino también externos, especialmente en lo relativo a suministros vitales como la electricidad, conectividad, materias primas y transporte.
- Actualización de los planes de contingencia y continuidad de negocio, incorporando escenarios de interrupción súbita del servicio.
- Evaluación detallada de las coberturas de seguros, prestando atención a las franquicias y condiciones que limitan la protección ante eventos breves pero significativos.
- Adopción de soluciones energéticas complementarias, como fuentes de energía alternativas o sistemas de respaldo (generadores propios), que garanticen la autonomía operativa mínima durante situaciones de emergencia.
- Capacitación del personal y simulacros regulares, para asegurar una respuesta eficaz y coordinada frente a incidentes disruptivos.
- Documentación interna de aprendizajes (informe post mortem), que identifiquen debilidades, oportunidades de mejora y recomendaciones estratégicas para la alta dirección.
La diferencia entre una crisis gestionada y una crisis devastadora reside, en gran parte, en el grado de preparación previo.
La resiliencia no se improvisa: se construye mediante análisis, planificación y una cultura organizacional enfocada en la prevención.
Desde CG Gestión, estamos comprometidos con ayudarte a fortalecer tu estructura de riesgo.